domingo, 22 de abril de 2012

Un vistazo a Los Juegos del Hambre, el fenómeno caníbal



Los Juegos del Hambre llega a los cines españoles un mes después de su estreno en Estados Unidos, y lo hace la misma semana que pierde su liderazgo en la taquilla norteamericana. Sí, son fenómenos aislados, pero lo segundo es lo especialmente remarcable: desde Avatar en 2009, nada aguantaba tanto en el número 1 --cuatro semanas-- y es imposible hablar de este blockbuster de la Primavera sin verlo como la locura fan que es.

Mark Walters

Ha recaudado muchos millones de dólares, siguiendo la estela de su original literario, y el merchandising que circula por las jugueterías con sólo echar un vistazo es lo más demente que hay (la gente se mata por el emblema del pajarito). La novela de Suzanne Collins, que afortunadamente no es mormona, es la primera de una serie de tres libros que transportan nuestro mundo de hoy a un lugar posapocalíptico que tiene lugar después de desastres y desastres que no se llegan a detallar; en esta América distópica llamada Panem, doce distritos especializados en minería, producción textil o agrícola y lo que surja viven sometidos al control del Capitolio, un gobierno represivo, macabro e ídolo de Zoolander.

Para recordarles su sumisión, su debilidad y su patetismo como peones de un Presidente acojonante, cada año organizan los Juegos del Hambre. ¿Y qué es lo que da título al fenómeno? Un macro reality televisado de obligada visión en el que 24 "tributos" luchan a muerte hasta que sólo quede uno. Son dos de cada distrito, de entre 12 y 16 años, y a todo el mundo le encanta, todos apuestan por sus favoritos y, en definitiva, la violencia se sirve en bandeja de plata.

Los precedentes
Inspirada por la guerra de Irak, por la producción televisiva americana, a secas y en general, por la Historia romana (por las líneas circulan tipos que se llaman Claudius o Séneca) y, en fin, por nuestro nutrido historial universal de gladiadores y morbo, fue como a esta señora de 50 años se le ocurrió la idea. Es fantástica y de hecho ya se exploró en una novela con respectiva adaptación chinojaponesa: Battle Royale. El concepto, por supuesto, no es nuevo. Ninguno, coño, porque ahí están los latinoromanos y sus libros. Y para hablar de niños matándose, de violencia, de falta de humanidad en situaciones límite, un tío ganó el Nobel por El Señor de las Moscas, que sin duda tiene más carnaza literaria que la prosa limpia, seca y un poco de Teo va al bosque que propone Collins en toda su bibliografía.


Una película de tres estrellas sobre cinco
La cuestión es que no voy a contar las miles de cosas que se han escrito sobre la historia de los libros o el recorrido de la trilogía, que sigue en En Llamas y acaba en Sinsajo. La trama, su protagonista, sus pretendientes y su universo casi Potter han enamorado a todos los géneros humanos. Chicos, chicas y perros. Si bien es cierto de que hay una calidad mayor, total, inconmensurable, sobre Crepúsculo (en papel y en peli, y lo de JK Rowling son palabras mayores), adaptar esto al cine era cuestión de tiempo y sentido común. Para una de sus productoras, incluso de vida o muerte: si algo define al producto es su capacidad de enganche. La autora co-firma el guion con un desconocido (¿Billy Ray?) y con el director, el poco empleado Gary Ross (debutó con Pleasantville y siguió sorprendiendo con una de caballos, Seabiscuit).

El resultado quizá no sea merecedor de tanto dinero recaudado, como ya se ha dicho, pero es una adaptación fiel, que es lo que más buscan los fanes y esos son los que luego tienen que entrar con un tenedor a las casas de los productores diciendo que les matarán y robarán sus ingresos. Los Juegos del Hambre es, afortunadamente, muchísimas cosas. Buenas, también malas. Hay aciertos y hay fallos. Enumeremos lo bueno primero.

Es un complemento dignísimo al original, ya que incluye una perspectiva diferente (la dirección de Ross) y escenas nuevas, no incluidas en el libro de 2008, que enriquecen la trama. La del Distrito 11 es magnífica y punto, un bendito prodigio. El film es también un vehículo de lucimiento extremo para su actriz, Jennifer Lawrence, que es la ostia y encarna como nadie a su personaje, Katniss Everdeen. La llena de matices y de cosas buenas que saben hacer las buenas actrices. Lo de su brutalidad interpretativa lo dice el público y lo han dicho también los ancianos gafapastas, canosos y malos, los que la nominaron al Oscar cuando era todavía más chiquilla (por Winter's Bone). El Oscar, una cosa que brilla y es alargada, siempre sirve para apoyar un argumento.




Más cosas: tiene un diseño de producción increíble. Tiene en la banda sonora a The Decemberists, Arcade Fire, Birdy, Maroon 5, The Civil Wars. Y bueno, también tiene a Taylor Swift cantando. Sus actores secundarios, nombres mayúsculos --Stanley Tucci, Elizabeth Banks, Donald Sutherland, Toby Jones, un desaprovechado Woody Harrelson.-- Y una de las cosas que más me han gustado ha sido ver cómo Josh Hutcherson (Los chicos están bien, en 2011) recibe su recompensa multinacional y obtiene un buen rol de proyección a su medida. Su personaje de Peeta Mellark es una de las cosas más adorables del libro y por suerte no es ningún Pattinson ni un Lautner. Es un tío absolutamente normal y que es lo curra. Un reflejo de su personaje en la cinta.


Y lo malo, que es a la vez bueno, es su intención de experimentar y romper con los cánones de lo comercial (pero es que ese bueno hace daño y le gana retractores). Donde experimentar es marear con la cámara, cerrar planos y ocultar la sangre con fogonazos rápidos. Privarnos de la acción con delirios de Parkinson. Terrible. Quizás lo digo así porque estaba en una de las primeras filas y mi campo visual no daba para más, pero en un primer visionado, la cámara en mano y toda esa agitación es una locura de madre. Eso, y el guion, que se limita a lo más elemental, se recrea en sobreexplicaciones cual Lemony Snicket y da que hay poca intensidad en una aventura de 142 minutos que, para más de uno, se alarga. Lo épico puede ser largo. Pero es que aquí la épica se pierde por el camino, y el tramo fuera del campo de matanzas resulta más interesante de ver que los propios Juegos, donde está ese clímax flojito.

Conclusión
Los Juegos del Hambre es una adaptación fiel, efectiva y que mola. Decepciona un poco al lector fanático y drogata pero entretiene y recompensa. Las actuaciones son delirantemente geniales, y le falla ahondar en una profundidad que seguro que exploran las próximas películas, que es la continuación lógica de recaudar millones de petrodólares que nosotros nunca veremos y encandilar al mundo entero.

Y es que al hablar de esta película siempre surgirá una de cal y otra de arena. Entre tanto, a ver/leer Battle Royale para comprobar cómo lo hacen ellos en Asia. Que aquí somos unos blanditos, y ellos cortan pies y nos los restriegan por la cara. Literalmente.

Fotos: Cinerama, Extracine

1 comentario:

  1. Plas plas plas plas.

    Oye Julius, ¿sabes cómo llaman a Los Juegos del Hambre en Japón? Battle Royale con queso.

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